¿¡Qué grado de alucinógeno colectivo estamos aceptando consumir, que nos hace asumir como hechos reales, mentiras evidentes con una indiferencia y pasividad que nos denigra como seres libres!?
Teniendo que elegir el sistema de convivencia entre semejantes, ¿cómo es posible que estemos eligiendo que otros piensen por nosotros?
El orden, la ordenación, la educación de nuestros menores, el cuidado de nuestros mayores, el recaudo de nuestro trabajo, el concepto de la vida… y de la muerte, la formación de los conceptos del bien y del mal, en resumen: los cimientos de la sociedad que queremos, se sostienen sobre personas que han institucionalizado la mentira, ocultado muertos, raptado a personas, cometido asesinatos, tapado violaciones de niñas y un sinfín de tropelías símbolo de lo más bajo de la especie humana.
Si no ¿cómo es posible aceptar como virtuoso “lo malo” al tiempo que se impone lo depravado como “lo bueno”?
¿Tan drogados estamos que pasamos por alto los aplausos y el lavado de cara a la perversidad, mientras se preparan cuantiosas sanciones y penas de cárcel, no ya solo a quién alabe la figura de Franco, sino al que simplemente se arriesgue a poner sus palabras?
Tocaba elegir y hemos elegido no pensar
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