El 14 de enero Pedro Augustus Sánchez hace público las personas que van a
formar su gobierno. De entrada llama la atención la abundancia de ministros,
22, y la cuantía de vicepresidencias, 4, que configuran el gabinete más amplio
de Europa. Profundizando en los nombres, se vislumbra la incoherente
preparación de muchos de los ministros para ejercer sus cargos. Salvador Illa
es la más triste sorpresa de entre los ministros: Profesor de Filosofía al
frente de Sanidad.
En los primeros posados de los ministros en la escalera de La Moncloa, un
personaje recoloca las posiciones que de manera natural han ido ocupando los
nombrados. Acto seguido se celebra el primer consejo de ministros en el que
Augustus presenta a aquel individuo y deja muy claro su cargo: Jefe de gabinete
de presidencia y encargado del marketing y propaganda de TODOS LOS MINISTERIOS.
Su nombre: Iván Redondo.
La Alemania nazi es un término que se refiere al período de la historia
de Alemania comprendida entre 1.933 y 1.945, cuando el Partido
Nacionalsocialista Obrero Alemán dirigido por Adolf Hitler gobernó el país.
Hitler, recién tomado el poder, coloca a sus más fieles seguidores en los
más altos cargos del Estado. No busca conocimiento ni inteligencia; explora
entre los más sumisos y manejables y al frente de todos ellos sí elige un
hombre de extraordinaria inteligencia y le nombra ministro de Propaganda:
Joseph Goebbels.
Todos los ministros a las órdenes del nazismo reciben un escrito de
OBLIGADO SEGUIMIENTO; este es el texto:
Los 11 principios de la
propaganda nazi creados por Goebbels:
1.- Principio de simplificación
y del enemigo único. Adoptar una única idea, un único Símbolo; Individualizar
al adversario en un único enemigo.
2.- Principio del método de
contagio. Reunir diversos adversarios en una sola categoría o individuo; Los
adversarios han de constituirse en suma individualizada.
3.- Principio de la
transposición. Cargar sobre el adversario los propios errores o defectos,
respondiendo el ataque con el ataque. “Si no puedes negar las malas noticias,
inventa otras que las distraigan”.
4.- Principio de la
exageración y desfiguración. Convertir cualquier anécdota, por pequeña que sea,
en amenaza grave.
5.- Principio de la
vulgarización. “Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos
inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuanto más grande sea la
masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La
capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa; además,
tienen gran facilidad para olvidar”.
6.- Principio de orquestación.
“La propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas
incansablemente, presentadas una y otra vez desde diferentes perspectivas pero
siempre convergiendo sobre el mismo concepto. Sin fisuras ni dudas”. De aquí
viene también la famosa frase: “Si una mentira se repite suficientemente, acaba
por convertirse en verdad”.
7.- Principio de renovación.
Hay que emitir constantemente informaciones y argumentos nuevos a un ritmo tal
que cuando el adversario responda el público esté ya interesado en otra cosa.
Las respuestas del adversario nunca han de poder contrarrestar el nivel
creciente de acusaciones.
8.- Principio de la
verosimilitud. Construir argumentos a partir de fuentes diversas, a través de
los llamados globos sondas o de informaciones fragmentarias.
9.- Principio de la
silenciación. Acallar sobre las cuestiones sobre las que no se tienen
argumentos y disimular las noticias que favorecen el adversario, también
contraprogramando con la ayuda de medios de comunicación afines.
10.- Principio de la transfusión.
Por regla general la propaganda opera siempre a partir de un sustrato
preexistente, ya sea una mitología nacional o un complejo de odios y prejuicios
tradicionales; se trata de difundir argumentos que puedan arraigar en actitudes
primitivas.
11.- Principio de la
unanimidad. Llegar a convencer a mucha gente que se piensa “como todo el
mundo”, creando impresión de unanimidad.
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