viernes, 20 de noviembre de 2020

elegir libremente

 

¡Por fin tenemos la Ley Celaá!

La consternación que produce el análisis de las partes que forman estos preceptos que van a constituir la base sobre la que se va a edificar la normativa que regirá los próximos años la educación de los niños en España, solo es comparable al horror que se percibe cuando se asimila el TODO.

Niños con discapacidad tratados como diferentes, familias con la imposibilidad de elegir LIBREMENTE la educación para sus hijos en materias tan sensibles como la educación sexual y/o religiosa, el idioma español aparejado en algunas comunidades autónomas al inglés y un largo etc. de matices incluidos con la habilidad acostumbrada en nuestros políticos en donde se permite interpretar de mil maneras lo que la letra dice.

Incluso al término de la votación en el Congreso se produjo un hecho que define a la perfección el estado comatoso en el que anda España: un grito de media bancada de los diputados reclamando “LIBERTAD”. Reacción plausible la de estos parlamentarios; pero, como siempre ocurre con las “negociaciones” con los comunistas, ciertamente tarde. El día que se deberían de haber plantado fue cuando la ministra Celaá avisó sin ninguna vergüenza que “los niños no son de los padres, sino que pertenecen al Estado”.

Y este gobierno arcaico y ultra vuelve a llevarnos, a través de esta Ley Celaá, a los tiempos más oscuros del siglo XX en donde el comunismo dictaba qué y dónde debería de estudiar cada niño según las necesidades del país.  

Con todo, una idea flota en el ambiente como una contingencia ya asumida y aceptada por todos, y que, a mi entender, es incluso más peligroso que la propia Ley Celaá: el consentimiento servil y sumiso de unas formas totalitarias por parte de unos y otros.

Y es que los gobiernos absolutistas enseñan a dormir a los ciudadanos para después liquidar sus posibilidades de expresarse atrapándolos en un pensamiento único del que disentir tiene castigo: la marginación y, para los más desobedientes la reclusión. Al tiempo…

Traigo esta reflexión a colación porque me resultan del todo asombrosas las desvergonzadas declaraciones de la propia ministra Celaá y los demás miembros del gobierno asegurando que “la Ley nace producto del diálogo con todas las partes”. Y la mentira causa una perplejidad portentosa, puesto de todos es conocido que no se ha convocado a ninguna plataforma educativa.

¿Están Vds lo suficientemente dormidos? Pues con el descaro que caracteriza a este gobierno, van más allá afirmando que los distintos grupos políticos parlamentarios no tienen capacidad de diálogo dando ya por asentado que la única combinación válida del debate, es la aceptación como única verdad el planteamiento que ellos formulan.

La Ley Celaá es “una más” de las tropelías y manipulaciones de este gobierno.

El totalitarismo lleva a la aceptación sumisa y disciplinada de unos absurdos tan inauditos como que la ministra de Igual Da, Irene Montero, adalid del feminismo, ya reconozca con palabras y hechos “su verdad “ incuestionable consistente en defender a “sus mujeres”; es decir: a las que piensan como ella. O al cada vez más invasor funcionamiento de la Justicia en donde los delitos empiezan a tener distinto tratamiento según quién sea el infractor…

Y así suma y sigue.

Pero parafraseando al dictador Sánchez cuando se refirió a lo que debía de “pensar” la Fiscalía, debemos de ir entendiendo que mientras uno anda medio dormido, el totalitario de turno ya no tiene vergüenza que le frene incluso para decirnos un buen día:

“¿y la dictadura de quién depende?... ¡pues eso!”

“El pueblo que soporta una tiranía acaba por merecerla” Gabriel Alomar



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