lunes, 23 de noviembre de 2020

¿y si empiezan a sobrar los vivos?

 

El siempre descansado domingo se vio alterado por la nueva comparecencia del presidente del DESgobierno Pedro Augusto Sánchez.

Y una vez más, algunos (los ingenuos que le escucharon o los afortunados con descuentos en algún seguro médico que incluya cobertura por daños psicológicos) aguantaron el aluvión de mentiras, promesas y desvaríos del autoproclamado de hecho primer dictador de la nueva Europa del siglo XXI.

La cara circunspecta y afectada de este personaje propio de alguna novela de Stephen King, nos dejó una vez más la ya conocida estrategia, salida de las cloacas de La Moncloa, de planificar algún mitin coincidiendo con algún acto organizado contario a sus ideas; y es que la mañana de este 22 de noviembre, las calles de todas las ciudades españolas vivieron una monumental concentración de coches que se manifestaron contra la nueva ley de Educación Celaá.

Sobre las formas del dictador está todo dicho; y allá la conciencia e incluso la salud mental de los que todavía crean que lo que dice es verdad.

Sin embargo siempre nos queda la realidad dañina del fondo de sus palabras: la absoluta instalación del odio y el rencor descontrolado que sus seguidores ya no dudan en asumir como parte de su modo de existir. Ese, el aposentamiento del encono, es el gran éxito de Pedro Sánchez; por cierto muy a modo de las dictaduras más crueles del siglo XX.

Y solo ese odio permite que sus hinchas asistan impertérritos a comités técnicos que no existen con más de 20.000 muertos, que en medio de una crisis sin comparación desde la segunda Guerra Mundial los miembros del DESgobierno se hayan subido el sueldo en un 40%, que la cúpula de unidas Podemos (socio preferente del PS, Partido Sanchista) esté en la actualidad con la totalidad de sus miembros imputados, se lleguen a acuerdos de Estado con los herederos de terroristas o se permita el desastre de la inmigración de las Islas Canarias.

Aún con este destrozo, el simpatízate del PS acepta todo bajo una idea perfectamente trazada por el gabinete Moncloa: “vale todo con tal de seguir en el poder”.

Lo que hace que suenen todas las alarmas es que en ese “TODO” se está filtrando una macabra manipulación de los muertos ocultándolos y recibiendo con honores a aquellos que perpetraron más de 700 asesinatos.

Cuando los muertos valen para seguir en La Moncloa ¿quién es capaz de asegurar que, si les es necesario, empiecen a caer los vivos que sobran?




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