RAE: “La lealtad es la fidelidad
y respeto a los compromisos establecidos o hacia alguien.”
Con esta frase define la Real
Academia Española de la Lengua la palabra lealtad.
Esa cualidad es algo de lo que
carece nuestra clase política con asidua y alarmante reiteración de forma que una
condición, la de la lealtad, que se presume debe de ir más allá de las
ideologías, tacticismos e intereses, se ha convertido en asunto extraño e
irreconocible para ellos. La ejemplaridad en las conductas debe de ser mérito o
demérito en nuestros políticos; y en esta España de Pedro Sánchez y Pablo
Iglesias, el descrédito personal, enfermedad que padecen ambos y ya conocida y
reconocida por propios y extraños, transmite una quiebra total en valores; ese
es el demérito que se debe de sumar a la institucionalización de la mentira,
las trampas y al machismo del tándem.
Y como un verso suelto, Jaime de
Marichalar, ex marido de la Infanta Elena y por lo tanto ex yerno del Rey
Emérito Juan Carlos I, se persona en una “causa perdida” mediante una carta
PÚBLICA repartida a todos los medios de comunicación. En dicho escrito, Jaime
de Marichalar, hace una defensa serena, medida y sincera de la figura de su ex suegro
Juan Carlos I; “construyó una democracia de la nada, algo inédito en el mundo y
derribó un golpe de Estado” dice entre otras cosas.
Y si ya sorprende que alguien
nade contra corriente, mucho más lo es cuando se hace desde una posición ya
lejana en el tiempo y con un provecho nulo. La lealtad es eso.
El escrito desinteresado y
altruista de Jaime de Marichalar contrasta con la actitud pérfida y sibilina de
la Ministra de Igual da, que hace apenas dos meses se puso sus más distinguidas
galas para recibir a la Reina Letizia y la obsequió con las más formidables
sonrisas en la reunión de trabajo de la Asociación para la Prevención,
Reinserción y Atención de la Mujer Prostituida. La misma persona de las
zalamerías es la que lleva años y años insultando y ofendiendo a la Monarquía.
El único descargo a favor de la
pareja de Pablo Iglesias es el delirio que debe de suponer para una persona de
condición tan elemental y básica la posibilidad de acceder a la reina Letizia.
“¡¡jo tía, me dio un muac la reina, mola mogollón y es guapa que alucinas!!”
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