miércoles, 15 de julio de 2020

las lágrimas de Isabel Díaz-Ayuso


Los acontecimientos que tuvieron lugar entre en los primeros meses de este año 2020 se desarrollaron con una velocidad de vértigo. El covid19 irrumpió y desordenó las vidas de los ciudadanos. Cada país coordinó la crisis a su manera y colocó al frente del problema a diferentes personas con la enorme responsabilidad de capitanear la batalla contra el virus e indicar el proceder y decidir las conductas de los ciudadanos.

Para esta labor España designó a Fernando Simón, director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad.
Y así España entera conoció a Fernando Simón.

Su aspecto desaliñado y descuidado despertó simpatía pues le identificaba con la típica imagen de sabio despistado tan acorde con toda persona erudita en trabajos de investigación como se le presupone a cualquier persona estudiosa de las pandemias. Pero el Sr. Simón se ha evidenciado como un personaje muy poco sabio y, sin embargo, muy despistado.

Y si despistado es una condición perdonable, no lo es el haberse comportado como un mentiroso en la conducción de la pandemia con ocultación de avisos por parte de la OMS (Organización Mundial de la Salud) que decretó el 1 de enero del 2020 el Estado de Emergencia, envió durante ese mismo mes distintas notificaciones a España advirtiendo del peligro del covid19, el propio Director General convocó los días 22 y 23 de enero y una semana después al Comité de Urgencias Mundial.
Fernando Simón no solo ocultó esas advertencias, sino que en marzo tranquilizaba a los ciudadanos con un “como mucho tendremos un par de casos de una gripe fuerte”.

Ante la sobrecogedora realidad que los españoles empezábamos a comprobar respecto al personaje designado para enfrentarse a la gravedad de la pandemia, surgieron las primeras voces solicitando los nombres de las personas de los 15 “expertos” que asesoraban al dejado Fernando Simón. Y como es muy habitual en la nueva política PSOE/ UP se escondió con enorme celo la identidad de tan cruciales personajes. Gracias a la labor de investigación de la prensa no afín al Gobierno se descubrió un tiempo más tarde que en la lista de estos 15 avezados consejeros estaban politólogos, colaboradores de medios de extrema izquierda, expertos en inteligencia artificial y/o miembros del Gabinete del Secretario de Estado de Comunicación… incluso uno de ellos, Borja Barragué, es una clara muestra de los importantes conocimientos en pandemias, es el autor del libro “larga vida a la socialdemocracia”.

Esta conducta llena de oscurantismo, mentiras, medias verdades ha alcanzado cotas de una majestuosa perversidad al menguar la cifra de muertos en unos aproximadamente 15.000. “Una más o uno menos tampoco es relevante” fue una de las contestaciones del Sr. Simón.
Pero el martes, 14 de julio de este 2020, y mientras el descarado Presidente Sánchez anda por Europa mendigando ayudas y el Vicepresidente Iglesias anda recolocando el tablero benéfico de sus amigas, el Informe Anual sobre Desarrollo Sostenible que elabora la Universidad de Cambridge (500 páginas de un meticuloso estudio con datos pormenorizados) coloca a España
en última posición de los 33 países de la OCDE considerándolo como el peor gestor de la pandemia.

A muchos no nos hacía falta que la posiblemente más prestigiosa Universidad del Mundo nos facilitara este dato; ha bastado con escuchar atónitos las ruedas de prensa de Fernando Simón. Su nivel de imprudencia, falta de rigor y mentiras tiene hasta poca importancia si lo comparamos con sus continuas risas y bromas en diferentes ruedas de prensa en días en que España sumaba 900/1000 muertes diarias.

Produce tristeza tener a semejante personaje al frente de la crisis sanitaria más importante del último siglo en España. Produce vergüenza el  atrevimiento que hay que tener para organizar un merchandising con su rostro en camisetas con imágenes llenas de burlas, mofas y vaciles cuando al día de hoy siguen falleciendo personas en España.

Fernando Simón es tristeza, indignación y vergüenza. La ciudadanía que ríe, aplaude y admira a este personaje produce pesadumbre, enfado y rubor.

El grado de estupidez en el que se mueven ciertas personas nos está conduciendo a considerar que vivimos un grado tan elevado de paranoia y alucinación que las risas infames de Fernando Simón son más loables que las lágrimas de Isabel Díaz-Ayuso en la misa celebrada en la Catedral de la Almudena por las víctimas del covid19. Celebración a la que por cierto no acudió ni Pedro Sánchez, ni Pablo Iglesias, ni Salvador Illa ni, por supuesto, el sonriente y mediático Fernando Simón.   



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