Mientras Pedro Sánchez mercadea
por Europa gestionando el montante de las ayudas económicas a España, lo que en
lenguaje accesible viene a ser un rescate, en esta España del desgobierno aumenta
la intranquilidad y la preocupación. A los continuos rebrotes relacionados con
el covid19 aparecidos por todos los rincones, se suma un creciente baño de
realidad en pequeños y medianos empresarios, autónomos y/o trabajadores de todo
tipo y condición al sentir en su bolsillo la mentira de aquel “salimos más
fuertes”.
Con todo, un estilo
extraordinariamente dañino, se está acomodando en esta nueva normalidad: la
implantación de un modelo de vida aniñado e ingenuo que está potenciando
personas eternamente adolescentes instalados en una felicidad light a la que se
accede sin esfuerzo ni sacrificio.
Al terrible descalabro económico
que se avecina habrá que añadir algo mucho más pernicioso: el hábito que
nuestros gobernantes actuales han establecido entre las personas jóvenes. Esta
ingenuidad y condescendencia a la hora de aceptar la tutela estatal supone un
campo de minas en el camino del futuro. Si esa sobreprotección cedida a los
dirigentes, sea la que sea la ideología, ya supone una peligrosísima cesión a
la libertad individual de cada persona, el embolado es mucho mayor si los
dirigentes supervisores son personajes como el tándem Pedro Sánchez/Pablo
Iglesias.
Con la premisa de que “la
sobreprotección a los jóvenes es el mal trato del siglo XXI”, afrontamos un
futuro con individuos tiernos, blandos y manejables acostumbrados a aceptar como
vida aceptable el lema “birras y porros”. Ese es el gran reto de la
gobernabilidad del país en los tiempos que se avecinan: cambiar el chip y
reeducar a la sociedad que viene en un espíritu de de trabajo y veracidad de la
que carecen en la actualidad.
Este es el legado más terrible y
pernicioso que nos va a dejar la pareja mencionada. El ejemplo ha calado muy
hondo y la prioridad en las conductas del “me apetece” es la pauta
alentada por un Gobierno que respalda
con su comportamiento esta creencia.
El reto más sustancial con el que
se va a enfrentar el próximo legislativo va a consistir en conseguir que la
ciudadanía nunca acepte casos como los acontecidos este fin de semana: un
Fernando Simón, director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias
del Ministerio de Sanidad, recomendando a los ciudadanos no trasladarse a
provincias cercanas y llevar siempre mascarillas o una Ada Colau advirtiendo de
no salir de la ciudad de Barcelona. Ambos dieron ejemplo de la prioridad en las conductas del “me
apetece”; el primero trasladándose de Madrid a las playas del Algarve
gestionando el alquiler de una tabla de surf sin mascarilla y la otra teniendo
que reconocer, entre risas de niña de primaria pillada haciendo pellas, que su
marido y su hija iban camino de la playa.
Echar toda la culpa a los
adolescentes, y menos adolescentes, irresponsables que andan de copas estos
días es de una simpleza total. Están simple y llanamente ejerciendo su derecho
a hacer lo que “me apetece”.
Deseamos toda la suerte del mundo
a nuestro Gecko de Madagascar Pedro Sánchez inmerso en sacar el máximo de
dinero a la Unión Europea. Mal lo llevamos si uno de los principales obstáculos
viene de un país como Suecia, con gobierno socialista, en donde personajes como
Fernando Simón y Ada Colau se habrían visto obligados a dimitir por “hacer lo
que me apetece”.
Aclaración: el Gecko de
Madagascar, comúnmente conocido como Phelsuma madagascariensis, está
considerado como el animal más perfecto en el arte del camuflaje
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