jueves, 24 de septiembre de 2020

Camino de una Dictadura

 

Los sobresaltos a los que nos tienen acostumbrados últimamente nuestros políticos son de tal proporción y tan divergentes que se hace imposible digerirlos. Te levantas un día, y cuando se encienden las alarmas ante los acontecimientos de los que te informan, se te olvida en la jornada siguiente al conocer que lo del día anterior es más suave comparada con la realidad de la andadura del día en el que estás. Y así un día sí y otro también.

La población, que ya tenía perfectamente asumida la poca confianza y credibilidad hacia sus gobernantes, vivía en el empirismo de la anécdota que suponía acudir cada 4 años a las urnas. De todos los grupos sociales en el que coexistimos, los políticos son los peor valorados por la sociedad.

El proyecto de vida individual, familiar y colectivo se sustenta sobre muchas posibilidades aunadas por una sola verdad: el deseo de que los políticos intervengan lo menos posible.

Pero la pandemia que asola el mundo, y especialmente España, ha trastocado todos los planes; y necesariamente hemos tenido que escuchar los “consejos” de nuestros políticos y someternos a sus decisiones. El resultado es desolador: la gestión de la Sanidad en manos de ¡¡un doctor en Filosofía!!, el epidemiólogo director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias de Sanidad, Fernando Simón, incapaz de aprobar el MIR y así una larga lista de “responsables” de la marcha del país que ofrece como ejemplo, y símbolo de todos los despropósitos, a un presidente de gobierno que ha falseado su tesis doctoral.

Estas personas, ¡que no el sistema!, gobiernan España.

El sistema es la democracia que, con sus imperfecciones, es la forma de gobierno de la mayoría de los países del mundo civilizado. Para protegerse del peligro que supone el acceso al poder de personas poco preparadas o incluso mal intencionadas, los países merman el poder ejecutivo que reside en el presidente de gobierno, fortaleciendo los poderes legislativo y judicial. Es la “defensa” de las democracias que vetan que la administración de un país recaiga sobre un individuo incapaz, dañino, peligroso y/o enfermo.

Los países son respetados y fuertes en proporción a la independencia que tengan sus poderes legislativo y judicial. Cuando la mano del poder ejecutivo entra en ambas parcelas, la democracia se tambalea.

Y en estas estamos en la actual España. Dejo para el análisis individual de cada cual la calificación de Pedro Sánchez; puede haber disparidad de criterios. Sin embargo algo aúna a todos los ciudadanos españoles, votantes de cualquier signo y condición: se trata de un mentiroso impávido, descarado y desvergonzado, capaz de decir lo mismo y lo contrario con sospechosa frecuencia.

Esta práctica del engaño no es novedosa en las democracias modernas. La diferencia es que en cualquier país del mundo la mentira es castigada de manera inflexible. Aquí es aplaudida.

Nuestro Pedro Sánchez construye un nuevo país sobre dos pilares de manera que supone todo un aviso de lo que nos puede deparar el futuro: ocupación impasible en los poderes legislativo y judicial y la institucionalización de la mentira. Eso tiene un nombre: dictadura.

Alguno anda todavía en la duda de la intencionalidad del personaje. Ingenuos hay muchos. Pero hasta estos ingenuos tienen la certeza de que Sánchez miente y manipula jueces para mantenerse en el poder.

Tengo serias dudas de las bondades de la democracia; me resulta imposible admitir que 6.792.199 personas (votos del PSOE en las elecciones del 10-N del 2019) gobiernen instalados en una ausencia total de diálogo con 5.047.040 (votos del PP) o incluso con los 3.656.979 votantes de VOX. La democracia marca entenderse y contar con las fuerzas mayoritarias; guste o no. No contar con ellas, despreciarlas y/o demonizarlas tiene un nombre: cesarismo.

Aún más llamativo me resulta que la gobernabilidad del país, asentada en la nula atención y desprecio absoluto a 11.839.239 ciudadanos votantes de la “derecha”, recaiga sobre 19.761 individuos (0,08%) que votaron a Teruel Existe. Asusta pensar que partidos como PUM+J (27.272 votos), o Recortes Cero-GV (35.042 votos) puedan decidir el destino de un país; ambos suman más que este señor de “Teruel Existe”, un tal Tomás Guitarte, que ni siquiera pudo votar en Teruel por no estar empadronado… por vivir en Valencia.         

Este frágil sistema que los países más avanzados llaman Democracia, corre serio peligro en España. La línea que separa Democracia de Dictadura es insignificante. Para un personaje ambicioso, carente de escrúpulos y rodeado de mediocres se trata de un tránsito sencillo y hasta agradable y apasionante.

Charles Bukovski, poeta y escritor del siglo pasado, acertó de pleno cuando afirmaba que “la diferencia entre una democracia y una dictadura es que en una democracia, primero votas y después recibís órdenes. En una dictadura no tienes que perder el tiempo votando”.

Europa, me consta, nos mira con asombro. Una democracia europea, la de España, está posibilitando el asentamiento de una dictadura aniquiladora por estar sujeta con tentáculos comunistas. Hasta las dictaduras tienen sus distintas versiones: las hay dictablandas y las hay marxistas. La nuestra es de las segundas.



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