martes, 22 de septiembre de 2020

en el horizonte la Ley del Aborto

 

Ya casi ni asombra el desasosiego y la intranquilidad en el que vivimos el día a día. El país anda inmerso en tal cantidad de calamidades que la propia existencia de cada cual se ha convertido en una permanente búsqueda de una cierta fortuna y un continuo sortear obstáculos.

Los políticos exhiben un alejamiento desesperante de la realidad de las dificultades del ciudadano de a pie. En manos de una mercadotecnia enfocada a obtener, los unos, y permanecer, los otros, en el poder, hace tiempo que cruzaron todas las líneas rojas. Y si toda esta “verdad” que transmiten los políticos ya no sorprende a nadie, lo realmente preocupante es la intoxicación que produce en personas y entidades que, consciente o inconscientemente, conviven ya con pasmosa tranquilidad entre mentiras y trampas. Al final, y al echar la vista atrás, nos sorprenderemos cómo pudimos aceptar con tan inaudita tolerancia que el presidente falseara su tesis doctoral, institucionalizara la mentira, y hasta fuera capaz de inventarse “un comité de expertos” para dirigir la pandemia… que se ha llevado, de momento, a más de 50.000 personas.

Y en esa intoxicación parece que deambula el cardenal Juan José Omella, presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE).

La semana pasada, refiriéndose a las declaraciones de la vicepresidenta Carmen Calvo en las que hizo pública la decisión del gobierno de expulsar a los benedictinos del Valle de los Caídos,  el cardenal aconsejó “apartar cuestiones del Valle de los Caídos por no ser esencial en este momento”. Seleccionar cuestiones sustanciales forma parte de un lenguaje comedido y adecuado muy en boca de la actual política cada vez más verbal cara al exterior y más sibilina de puertas para adentro. Nadie duda de la hondura de entendimiento de los monjes benedictinos que miran más allá, y más alto, que la insignificancia de observación cortoplacista de Carmen Calvo. El desasosiego aparece en la vacilación del que representa al más Alto.

También aconsejó el cardenal que “las heridas del pasado nos pueden distraer del presente” en una confusa reflexión del pasado, inmerso en una manipulación peligrosa e insólita. La Sra Calvo, mediante la mal llamada Ley de Memoria Democrática, está reabriendo las heridas del pasado para distraer el presente; y en ese pasado cientos de monjas fueron violadas y asesinadas, cientos de iglesias incendiadas y miles de personas asesinadas… por llevar un crucifijo.

Continuó el Presidente de la CEE con un “a la hora de la verdad hay que ver como jurídicamente se puede llevar a cabo la expulsión de los benedictinos del Valle de los Caídos” en un candoroso desconocimiento del “estilo” del gobierno. Es aconsejable recordar la entrevista concedida el 13 de enero del 2.020 en televisión del presidente de gobierno en donde, con su habitual altanería, afirmó: ¿la fiscalía de quién depende?... pues eso”

“Busquemos lo que nos une, la concordia y la reconciliación”. Con esta frase del cardenal Juan José Omella, terminó una interesantísima entrevista.

Carmen Calvo anda en diseños y estrategias políticas. En su reservada conciencia gravitan las maniobras para buscar lo mejor para ella, su partido y quizá hasta para España. Para todo ello tiene cientos de asesores y cientos de escoltas que arropan su terrenal sustancialidad de las cosas y su particular visión de la concordia y la reconciliación.

Juan José Omella, en un puesto de manejo enormemente dificultoso, cuenta con millones de religiosos, monjas y seminaristas que son la VERDAD indubitable, inequívoca y cierta de personas que hacen de su vida la unión, la concordia y la reconciliación.

Se comienza con negociar lo esencial; se continúa asumiendo el lenguaje confuso y viciado de los políticos.

Y se termina fuera de la mesa de “negociación” en la Ley del Aborto.



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