jueves, 1 de octubre de 2020

su trabajo es obedecer

 

30 de Octubre 2017. Barcelona

Varias semanas antes se había celebrado en Cataluña en referéndum ilegal que obligó al gobierno de Rajoy a aplicar el artículo 155 de la Constitución que provocó la intervención de la Autonomía de Cataluña.

Fue un mes lleno de situaciones cambiantes. Solo algo permaneció inalterable y constante: la tensión en las calles de las ciudades catalanas. Los violentos, alentados por los propios gobernantes catalanes, tomaban las calles, carreteras y estaciones de tren. Hubo enfrentamientos graves; incendios de material urbano, coches, y asaltos a bancos y comercios. Actos de extremo vandalismo.

Aquel 30 de octubre, el autoproclamado presidente de la Generalidad de Cataluña, Carles Puigdemont, tenía previsto acudir a primera hora de la mañana al Palacio de la Generalidad. Aquella mañana corrían varios rumores: desde que Puigdemont saliera huyendo hasta que se presentara a ejercer su presidencia enfrentándose abiertamente al Gobierno Central. La primera opción era contemplada por los radicales como una traición; la segunda como un gesto de valentía.

Cientos de estudiantes controlados por los líderes independentistas recibieron la noche del 29 de octubre mensajes a sus teléfonos móviles. En estas comunicaciones  se les indicaba las normas a seguir: lugar donde debían de acudir, calzado cómodo, ninguna documentación, en caso de ser empujados por los mossos d`esquadra simular agresiones, procurar convencer a algún menor y, en caso de conseguirlo, situarlos al frente de las revueltas, y por último colocar a las mujeres siempre en primera línea. Los bienmandados acudieron a los diferentes puntos de reunión. Al llegar a los lugares, les esperaban varias camionetas con el material que se iba a utilizar en las revueltas. Alguno quedó sorprendido porque muchos de los “jefes” encargados del reparto hablaban italiano e incluso tenían escasísimo conocimiento del castellano y por supuesto nulo de catalán.

En el suelo se colocaron las pancartas: a un lado las que insultaban a Puigdemont y al otro lado las que le tildaban de héroe. Una vez conocida la decisión del “valiente Puigdemont” de salir huyendo se procedió a entregar los carteles en donde el “presidente” era agraviado.

De allí partieron los manifestantes. Algunos incluso fueron felicitados pues habían convencido a menores.

La consecuencia más triste de toda aquella época de “okupación de las calles” fue la total sumisión de aquellos chicos dispuestos a obedecer de manera ciega. Manipulados recogían la pancarta que les entregaban y de manera obediente la mostraban orgullosos… sin pararse ni un instante a pensar que la sentencia de las bondades o maldades de Puigdemont es patrimonio de ellos mismos y no de “profesionales de la algarabía y el desorden.

Eran simples piezas de usar y tirar manipulados por expertos en la lucha callejera muy posiblemente al servicio de cientos de razones entre las que la última era la independencia de Cataluña.

Finales de septiembre 2.020. Madrid

Isabel Díaz-Ayuso toma la decisión de restringir la movilidad en varios barrios de Madrid. De inmediato unos cientos de jóvenes se manifiestan violentamente provocando disturbios en distintas zonas de la capital. Con dirigentes de Unidas Podemos al frente, expertos (y expertas) en delincuencia callejera y que cuentan con el valorado antecedente de haber sido condenados (y condenadas), la reivindicación es: “¡Ayuso, vamos a por ti!”; y el reclamo es que siempre los barrios pobres son los perjudicados por “la derecha malvada”.

Al día siguiente el ministro Illa toma la decisión de confinar algo más que algunos barrios de Madrid. Ahora son localidades enteras. Vallecas, Carabanchel, Getafe, Fuenlabrada y Parla van a sufrir medidas mucho más estrictas que las dictadas por la Presidenta de la Comunidad de Madrid. Son localidades del denominado CINTURON ROJO, cuyos habitantes son familias con dificultades económicas severas.

La reacción de la gente a la decisión del gobierno es aceptada con idéntico servilismo con el que tres años antes asumían su rol en Cataluña: su trabajo es obedecer, nunca pensar.

Convertir a las personas en simple masa es el principal objetivo de los dictadores. Una vez conseguida esta premisa, el trabajo del totalitario es muy simple: mandar y mandar. 



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